Cuando terminé la carrera de Historia del Arte, nunca imaginé que un día me iba a poner delante de un lienzo en blanco e iba a compartir, de alguna manera, el sentimiento de tantos pintores a lo largo de los tiempos. Antes de meterme de lleno en la pintura, he ido dando vueltas por el mundo y desarrollando distintas actividades siempre relacionadas con la cultura. He sido profesora de español en Argelia en el ahora Instituto Cervantes, profesora de Historia del Arte en la Universidad Nacional de San Salvador, he colaborado con Naciones Unidas en la edición de un libro de historia de El Salvador para la educación de adultos y también he sido profesora de español en el Liceo Francés de Brasilia. En España, he trabajado como coordinadora de exposiciones en la Sociedad de Acción Cultural Exterior, con la que también colaboré en Washington DC.
Actualmente trabajo como profesora de Historia del Arte y la Arquitectura Española para la Fundación IES Abroad en Madrid, y también me he formado en Arteterapia trabajando con personas con problemas de salud mental. El arte como forma de expresión y como vehículo de transmisión de las vivencias y emociones.
Cuando me acuerdo de cómo empecé a pintar en un taller en la calle del Prado de Madrid, apenas puedo creer que esa inquietud se haya convertido en mi profesión. Al principio, mi obsesión era ir superando las barreras técnicas con las que me iba encontrando, y sólo en la medida en que lo he ido consiguiendo, he podido de verdad plantearme el siguiente paso: qué quiero transmitir. Desde que empecé con la docencia en el Art Studio de Moscú, he aprendido lo importante que es trabajar con la mirada del otro, la creatividad que se genera en un grupo y a través del intercambio de ideas y de maneras de pintar. En estos últimos años, mi trabajo como artista ha evolucionado buscando nuevas formas de expresión, explorando nuevos materiales, como el polvo de tabaco o el papel de periódico, aportando a mi obra un sentido más conceptual que incorpore lo estético. Ha sido un pulso para adaptarme a los tiempos, y resultado de observar el arte que me rodeaba. El deseo de tener una voz ante el desafío del mundo de hoy, aportar mi granito de arena sin perder de vista el sentido y el lenguaje para expresarlo.
La grandeza del arte es la libertad que le da al artista y al propio espectador de crear e interpretar la realidad a su antojo. En mi caso, he querido también plasmar mi compromiso con lo que siento y con lo que veo.
Son ustedes, los espectadores, a los que les corresponde descodificar el mensaje o simplemente disfrutar de lo plasmado.